Esta semana empieza el mes de Ramadán para los musulmanes. Y pocas excusas nos hacen falta a los granadinos para recordar nuestra época musulmana. Hoy queremos hablar de Abu Haq Es Saheli, el poeta granadino de leyenda que construyó la mezquita de Tombuctú.
Sobre esta figura se estudió mucho para escribir el libro que queremos recomendar, ‘El arquitecto de Tombuctú’.
El hijo del alamín
Abu Haq Es Saheli nació en la Granada nazarí del siglo XIII. Desde muy pequeño se mostró su interés por las artes, sobretodo la poesía, en la que destacó fuertemente. Era hijo del alamín de los perfumeros.
El alamín era una figura civil dedicada al mercado. Era el encargado de poner el precio justo a los productos que se vendían así como controlar los que no eran aptos para su comercialización. Una idea de planificación de mercado al estilo medieval que nos aleja de la visión occidental del mercado actual.
La huída de Al Andalus
Era conocido el gusto del poeta por la noche granadina de entonces, que ya era famosa en aquel momento.
El padre de Es Saheli le abandonó, a él y a toda su primera familia, por una segunda mujer que le prometía una mejor vida. Irónicamente, la vida de Es Saheli se vio sacudida por múltiples controversias al mismo que su prestigio se extendía en la ciudad gracias a sus trabajos y a sus obras.
Una de estas controversias vino de mano de un amigo íntimo, Abdalá, que se enamoró de él. Es Saheli no sólo no le correspondía sino que estuvo muy enamorado de su primera mujer, Afiya.
Ella le dejó por sus infidelidades y su abuso del anacardo. Esta era la droga de moda en la Granada de aquella época, de la que se decía que bajo su influencia se podían escribir las más bellas poesías. No pensaban así las autoridades granadinas, que condenaron a Es Saheli al exilio acusado de escribir textos en contra de su dogma de fe.
Poeta soy
Desde Almuñécar, con la compañía de otro de sus grandes amigos, Jawdar, partió a la otra punta del mediterráneo donde recorrió innumerables partes del mundo islámico en busca de inspiración. Siria, Iraq y los rincones más inhóspitos de Arabia fueron escenario de algunas de sus aventuras. Sin embargo, su residencia la estableció en El Cairo, donde tuvo un hijo con su segunda mujer, una esclava llamada Kohl que le acabaría abandonando por motivos similares a los de la primera.
Al llegar como peregrino a La Meca encontró la paz espiritual. Es allí donde conoció al que era conocido como Rey de los Negros, el emperador de Mali, Kanku Musa. Con el trabó buena amistad y, fruto de sus antiguas palabras, se hizo arquitecto:
Poeta soy, y la arquitectura es la poesía del barro y la piedra. Por eso, al igual que canto y recito, algún día levantaré palacios y mezquitas
Así fue como pasó. Levantó una mezquita en Tombuctú que es toda una obra de arte. Se usó para esta el barro de la tierra de Tombuctú, esto hizo que se asociara a la humildad del espíritu del reino que Kanku Musa quería crear.
Volver
La añoranza por Granada persiguió al artista durante toda su vida. Si lo consiguió o no, lo dejamos en el aire. Para saber más sobre esta historia y seguir enamorándote de Granada, puedes leer el libro de donde se ha sacado la información, ‘El arquitecto de Tombuctú’, de Manuel Pimentel, que narra la vida de este granadino, tan conocido en el mundo islámico, y tan poco en su propia tierra.