Nos remontamos a la época de la Reconquista para recordar una de las leyendas de Granada más conocidas. Pertenece a la serie de historias de la Alhambra y guarda relación con la leyenda de “Las Tres Princesas” que recogíamos en un artículo anterior.
Por aquel entonces, los reyes y nobles españoles abandonaron la ciudad nazarí ante una devastadora ola de terremotos. El silencio inundó la Alhambra, incluso la esplendorosa Torre de las Infantas. En ella, se decía que deambulaba la princesa Zorahaida, muerta años atrás, llorando por su mala fortuna. Y había quien aseguraba oír las notas de su laúd.
Pasaron años hasta que los reyes de España –Felipe V e Isabel- regresaron y la ciudad recuperó su esplendor.
Entre la real comitiva destacaba Ruiz de Alarcón, un joven paje de ilustre familia. Una mañana, adiestraba uno de los halcones reales cuando el animal se adentró en la famosa torre. El joven comenzó a llamar a la puerta sin respuesta. Sin embargo, logró ver por un agujero un salón morisco. Pensó que era su imaginación más, siguió mirando, y vio el rostro de una joven quinceañera.
Ruiz de Alarcón saludo cortésmente a la lugareña. Intentó convencerla para que le abriese la puerta, temiendo las reprimendas de la reina si no volvía con el halcón. Aunque su tía Fredegunda le tenía prohibido hablar con desconocidos, Jacinta sintió pena y abrió. Desde aquel momento, el paje quedó prendado de la guardiana de la torre. Antes de desaparecer por el jardín, besó su mano y le pidió la rosa que llevaba en sus cabellos como recuerdo.
Un día, Felipe V y su séquito pusieron rumbo a otra ciudad. La joven, afligida y desconsolada, expresó su amor por Ruiz de Alarcón y su tía cerró todas las puertas de la torre. Una noche de verano, llorando ante la fuente morisca, Jacinta vio salir de las aguas la figura de la princesa Zorahaida.
Identificada con su sufrimiento, Jacinta le ayudó a romper su hechizo. La bautizó con el agua de la fuente en la fe cristiana y la princesa desapareció entre gotas de rocío dejando su laúd de plata a Jacinta. Desde entonces, sus melodías enternecieron al corazón más despiadado. Así fue como, en compañía de su tía, fue requerida en multitud de Cortes de toda España. Y de este modo, llegó hasta los aposentos del mismísimo Felipe V, enloquecido por una enfermedad mental, pensando Isabel que aquellas notas pondrían fin a su locura.
No se equivocó. Jacinta tocó con tal emotividad que el monarca curó milagrosamente. En ese momento, cuando la joven, exhausta, temió desfallecer, fue rescatada por su amado, Ruiz de Alarcón. Ambos contrajeron matrimonio y fueron felices. En cuanto al mágico laúd, cuentan las leyendas de la Alhambra que fue robado y posteriormente fundido, si bien sus cuerdas dieron vida a un viejo violín de Cremona (Italia) y fama al virtuoso maestro Paganini.