La afirmación de que la ortografía del español es principalmente fonética es tan extendida como errónea. Si bien la relación entre valor fonético y símbolo gráfico es relativamente regular en comparación con otras lenguas europeas, las excepciones son numerosas. No sólo varios grafemas tienen igual valor fonético y se conservan por razones etimológicas —dando así lugar a sistemáticas dificultades para determinar el uso correcto de B/V, H/G en posición inicial, C/S/Z, G/J y Ll/Y—, sino que numerosas articulaciones, alófonas o no, no se distinguen en la grafía. La H, muda y preservada como herencia etimológica, produce también dificultades.
El grafema A representa un fonema cuya realización no marcada es la vocal abierta anterior no redondeada, [a]. El español no hace distinción fonológica con otras vocales abiertas, de modo que en dialectos influidos por otras lenguas puede pronunciarse también como una schwa, [ə], u otra vocal similar. El dígrafo -AN a final de palabra puede realizarse nasalizando la vocal en [ã].
El grafema B tiene dos o tres realizaciones alófonas, según el dialecto. En posición inicial absoluta (después de pausa) o tras nasal, corresponde siempre a la oclusiva bilabial sonora, [b]; en posición medial, la explosión no se produce —los labios no llegan a tocarse—, y la articulación se corresponde en realidad con una fricativa [β] o más comúnmente una aproximante [β̞].
La lenición en posición medial es un fenómeno común a todas las consonantes aproximantes (correspondientes a alófonos de plosivas sonoras) en español; fenómenos similares tienen lugar en D y G; sin embargo, son más pronunciados en algunos dialectos. Los hablantes de dialectos que prefieren una realización fricativa o aproximante encuentran que en aquellos la distinción de las plosivas sonoras entre sí y con la consonante aproximante labiovelar sonora, [w] —el sonido de HU- en posición inicial— se desvanece. La grafía poética suele representarlo reemplazando B, D o HU- por G[Ü], como en el poema:
—¿Tú viste a Coquena?
—Yo nunca lo vide,
pero sí mi agüelo— repuso el pastor
(J.C. Dávalos, La leyenda del Coquena)
En el grupo OBS-, presente en cultismos de origen latino, la B normalmente no se pronuncia. La grafía alternativa sin B se admite en estos casos, dando origen a dobletes como oscuro/obscuro. Aunque en el grupo ABS- la elisión de la [β] sigue las mismas reglas, la Academia no acepta la omisión de la B en estos casos.
El grafema V tiene exactamente el mismo valor fonético que este. Se conserva la distinción puramente por razones etimológicas. No obstante algunos hablantes pronuncian ciertas palabras con una [v] labiodental en el habla formal o enfática.
El grafema C tiene dos valores, el llamado “duro” (/k/) y el “blando” (/θ/ o /s/). El primer valor corresponde a su pronunciación frente a las vocales A, O, U y todas las consonantes; es idéntico al representado por las grafías K y Q.
El segundo valor corresponde a una de las articulaciones más variables del idioma español. En todo el centro y norte de la Península Ibérica, representa a la consonante fricativa interdental sorda, [θ]; sin embargo, en la mayoría de los dialectos del español este fonema ha desaparecido, dando lugar al fenómeno llamado seseo, la asimilación de esta a la consonante fricativa alveolar sorda, [s], se ha perdido hace siglos y el sonido se ha asimilado al de la grafía S. A su vez, la pronunciación de ésta presenta algunas diferencias entre regiones, con realizaciones variadas: ápico-alveolar, lámino-alveolar, ápico-dental, etc.
El dígrafo Ch representa a la consonante africada postalveolar sorda, /ʧ/; la representación digráfica se debe a la evolución del fonema a partir de la plosiva uvular sonora, /k/, por palatalización y asimilación. En algunos dialectos andaluces, mexicanos o chilenos (en este último caso, reprobado socialmente) pierde por completo la plosión y se realiza como la consonante fricativa postalveolar sorda, [ʃ].
Muy antiguamente se empleó con valor de /k/ en palabras de etimología griega, como chimera (hoy quimera) o chloro (hoy cloro), pero este uso se abandonó definitivamente en el siglo XVIII.
Sin embargo, el 6 de noviembre de 2010 la Real Academia Española suprimió esta letra del abecedario y tomará vigencia a partir de 2011, siendo separadas las dos letras.[cita requerida]
El grafema D tiene dos realizaciones alófonas. En posición inicial absoluta (después de pausa) o tras nasal o lateral, corresponde siempre a la consonante plosiva alveolar sonora, [d]; en posición medial, la plosión no se produce —la lengua no llega a ocluir el flujo interdental—, y la articulación se corresponde en realidad con una aproximante, [ð̞]. Esta última a veces se transcribe erróneamente como una fricativa, [ð] (el sonido “débil” del dígrafo TH en inglés).
Algunos dialectos tienden a retener [d] en final de palabra, pero en la mayoría de dialectos lo habitual es la elisión, aunque en ocasiones esta última pronunciación se considera poco culta.
El grafema E representa normalmente a la vocal media anterior no redondeada, [e̞]. En muchos dialectos americanos se realiza como la vocal semiabierta anterior no redondeada, [ɛ].
La Academia sostiene tradicionalmente que E no tiene nunca valor breve en español y que, por lo tanto, forma diptongo sólo con I y U. Esto no es cierto para todos los dialectos del español; peor, por ejemplo, suele pronunciarse como monosílabo. En otros las realizaciones en diptongo se cierran, asimilándose a la I.
El grafema F representa invariablemente a la consonante fricativa labiodental sorda, /f/. El uso arcaico de PH para este fonema en palabras de origen griego se abandonó a partir de la Ortografía de 1754 de la RAE.
En algunos dialectos rurales de Argentina, Costa Rica, México y el sureste de España,[2] la F inicial o medial tiende a realizarse como una palatal [ç], asimilándose a J:
Quinientos juntos
llevará el que se resierte;
lo haremos pitar del juerte;
más bien dése por dijunto
(J. Hernández, Martín Fierro, vs. 393-396)
El grafema G comparte con C la dualidad de valores.
El llamado “duro” es la consonante fricativa velar sorda, /x/, el mismo sonido de J; en los dialectos que suavizan esta última en una consonante fricativa glotal sorda, /h/, la G se suaviza también. Corresponde a su pronunciación frente a las vocales E e I.
El llamado “blando” es la consonante plosiva velar sonora, /g/; en posición media, en todos los dialectos del español experimenta lenición y se transforma en una consonante aproximante velar, [ɰ] (en la sección correspondiente a la B se explican las confusiones a las que esta lenición puede dar lugar en algunos casos). Corresponde a su pronunciación frente a las vocales A, O y U y las consonantes.
Para representar las secuencias [ge], [gi], [ɰe] y [ɰi] se recurre a la inserción de una U muda entre la G y la vocal correspondiente. De ese modo, guerra corresponde a la pronunciación [‘ge.ra], y seguido a [se.’ɰi.ð̞o].
A su vez, para las secuencias [gwe], [gwi], [ɰwe] y [ɰwi], se recurre a una marca diacrítica, la diéresis o crema, colocada sobre la U; es el caso, por ejemplo, de pingüino, que representa [piŋ.’ɰwi.no]. Muchos dialectos eliden la [g] o [ɰ] de estas secuencias. A nivel gráfico, la omisión de la diéresis es una de las faltas gráficas más frecuentes entre los hispanohablantes.
En algunos préstamos del inglés, la secuencia -NG en posición final —que no aparece en otros términos en español— se realiza como [ŋ].
El grafema H se conserva en español puramente por razones etimológicas, puesto que no tiene valor fónico (es mudo). Indica las más de las veces el lugar donde existía una F en latín (como en hijo, del latín filius) o una ḥāʼ (ح) arábiga (como en alcohol). Raramente en palabras de origen árabe se realiza como una consonante plosiva glotal, deteniendo momentáneamente la fonación. En algunos préstamos modernos, sobre todo del inglés, adquiere el valor de una consonante fricativa glotal sorda, que tiene en la fonética del idioma de origen, o se asimila a la fricativa velar sorda representada por G o J; así, hamster se realiza como [‘ham.steɾ] o [‘xam.steɾ], no [‘am.steɾ].
Además de su uso etimológico, la H se emplea sistemáticamente prefijando las grafías IE, UE en posición inicial de palabra; en este caso, las vocales breves representadas normalmente por I y U se transforman casi sin excepción en sus equivalentes consonánticos, la aproximante palatal, [j], y la aproximante labiovelar, [w]. En los dialectos en que las oclusivas sonoras se reemplazan en posición medial por las aproximantes correspondientes, esta última pronunciación es virtualmente idéntica a la de G; véase la explicación en la sección correspondiente a la B. Otros dialectos no admiten [w] en posición inicial, y añaden una [g] epentética.
También se empleó en los comienzos del idioma escrito para diferenciar la U de la V, de grafía similar, a comienzos de palabra. Así, “hueso” y otras palabras que transformaron la O larga inicial de latín en el diptongo UE se escriben con H, a efectos de distinguirlas de otros términos en VE.
El grafema I representa a la vocal cerrada anterior no redondeada, [i], o a su alófono en posición inicial, la aproximante palatal, [j]. Su valor vocálico es idéntico al que tiene la Y frente a consonante o en posición final en todos los dialectos del español; la diferencia de uso no es etimológica, sino sistemática. Se fijó la Y como forma estándar en posición final y la I para las restantes en la edición de 1815 de la Ortografía de la RAE; con anterioridad a esta, las vacilaciones fueron numerosas. Las grafías rei o i, por ejemplo, fueron frecuentes.
En algunos dialectos, como el del norte español, también la pronunciación consonántica es idéntica [cita requerida]; en América se preserva la distinción fonológica, teniendo Y el valor de la consonante fricativa palatal sonora, [ʝ], o la consonante fricativa postalveolar sorda, [ʃ] (en la región rioplatense).
El grafema J representa siempre una consonante fricativa articulada en la región posterior del aparato fonador, pero su articulación precisa varía enormemente entre dialectos. La pronunciación consagrada como estándar tradicionalmente corresponde a la consonante fricativa velar sorda, [x], pero esta es rarísima fuera de España; en los dialectos americanos se realiza como una palatal, [ç], o, menos frecuentemente, como una glotal, /h/.
La homofonía entre GE, GI y JE, JI es causa frecuente de errores ortográficos y ha llevado a la reiterada propuesta de supresión de la primera grafía; los sistemas de Andrés Bello, de Domingo F. Sarmiento y de la Academia Literaria i Científica de Profesores de Instrucción Primaria de Madrid eliminaban la primera en favor de la segunda. Lo mismo hizo Juan Ramón Jiménez en las ediciones de sus obras. La distinción se preserva con criterio etimológico y ha dado lugar a múltiples inconsistencias históricas; hasta época reciente, la Academia recomendaba la grafía muger.
En algunos, pocos, casos, la J alterna con la X considerada homófona, estimándose correctas ambas formas. Es el caso de México (Méjico), Texas (Tejas) o Don Quixote (Quijote) de la Mancha. La pronunciación corresponde a la fricativa que se emplee para J, no a la normal para X.
En algunos préstamos del inglés y el francés, la J se utiliza con su valor de origen, normalmente la consonante fricativa postalveolar sonora, [ʤ]; el ejemplo más frecuente es jazz.
El grafema K corresponde a la consonante oclusiva velar sorda, /k/, el mismo sonido representado por la C ante A, O, U o consonante, y por el grupo QU. No se empleaba en las Reglas de Ortografía de Antonio de Nebrija y las vacilaciones respecto a su uso fueron numerosas en la etapa de la primera fijación de la grafía española. El inédito Abecé Español de Gregorio Mayans la calificaba de “letra peregrina y superflua”, aunque defendía su uso para nombres extranjeros. La RAE suprimió el uso de esta letra en 1815, aunque la admitió nuevamente en 1869. En la gran mayoría de los vocablos que la emplean existe una grafía alternativa aceptada con QU.
Por la mayor regularidad de su uso —al no variar su pronunciación de acuerdo a la vocal subsiguiente, y no requerir de una U muda—, numerosos de los proyectos de simplificación la promovían como única expresión gráfica del sonido /k/. Hoy es un rasgo distintivo de la grafía apocopada empleada en la comunicación electrónica y de la jerga okupa y de sectores jóvenes del anarquismo.
El grafema L corresponde prototípicamente a la consonante aproximante alveolar lateral, /l/, aunque alófonos dentales o postalveolares no son desconocidos.
El grafema Ll representa, en la articulación considerada estándar por la Academia, a la consonante aproximante palatal lateral, /ʎ/. Sin embargo, es extendido el fenómeno del yeísmo, por el cual este fonema se abandona y, en su lugar, se emplea la fricativa o africada que se utilice para Y, a su vez objeto de importante variación entre dialectos. De origen andaluz, el yeísmo es hoy la tendencia dominante en la pronunciación del español y, de hecho, /ʎ/ se conserva principalmente donde la coexistencia con otro sistema fonológico —como el del catalán o el guaraní— preserva la conciencia de la oposición.
En el español rioplatense se ha desplazado a una pronunciación postalveolar. En general la pronunciación es sonora (llamada zheísmo o rehilamiento), [ʒ] o [dʒ], similar a la representada por la grafía j en francés o portugués; en algunos sociolectos (muy marcadamente en Buenos Aires) se prefiere la sorda [ʃ] (llamada “sheísmo”), similar a la representada por la grafía sh en inglés, un fenómeno único en el uso del español.
En algunos préstamos del inglés, como hall, donde el grafema representa un alófono velarizado de [l], tiene el valor de aquel; la pronunciación yeísta es considerada inapropiada en estos casos.
Sin embargo, el 6 de noviembre de 2010 la Real Academia Española excluyó la ll del alfabeto español y tomará vigencia a partir de 2011, siendo sustituida por la l simple.
El grafema M representa la consonante nasal bilabial, /m/; tiene un alófono labiodental ([ɱ]) en algunos dialectos. Independientemente de la forma estricta de su realización, la grafía impone su uso frente a B, mientras que frente a la homófona V se utiliza N; la distinción se remonta al período alfonsino, en que la oposición entre bilabial y labiodental aún existía. También se usa la M siempre antes de P.
El grafema N representa la consonante nasal alveolar, /n/, o su alófono velar, /ŋ/, cuando precede a una consonante de articulación posterior. No siguen esta regla las grafías NV —que corresponde en realidad a [mb]; su distinción con MB se remonta al período alfonsino, en que la oposición entre bilabial y labiodental aún existía— y la rara NP.
En posición final, la secuencia de vocal + N se realiza en algunos dialectos nasalizando la vocal precedente.
El grafema Ñ, casi exclusivo del español, representa la consonante nasal palatal, /ɲ/. Hallado sobre todo como resultado de la evolución de la NN latina (como en año, caña, leño), su forma gráfica deriva de la grafía abreviada de los copistas, que representaban las dos enes superpuestas. En español existe sólo en posición inicial o medial; las escasas palabras que por razones etimológicas deberían llevarla a fin de palabra —el caso de desdén, de desdeñar— la reemplazan fonética y gráficamente por N.
En algunos dialectos americanos, en especial en Ciudad de México y el Río de la Plata, se realiza como una consonante nasal alveolar palatalizada /nʲ/; la diferencia articulatoria concierne a la posición del ápice de la lengua, que en [ɲ] no cumple función articulatoria, mientras que en [nʲ] hace contacto con el alveolo a la vez que el domo se eleva hacia el paladar.
El grafema O representa la vocal media posterior redondeada, /o̞/. Es más abierta que la /o/ hallada en la mayoría de las lenguas indoeuropeas, pero a la vez fonéticamente distintiva respecto a la vocal semiabierta posterior redondeada, [ɔ], que no aparece en la mayoría de los dialectos del español.
La Academia tradicionalmente no reconoce la posibilidad de que la O sea breve en castellano y, por lo tanto, no considera que OE, EO, OA y AO puedan constituir diptongos. En varios dialectos y, sobre todo, en la pronunciación más formal, el hiato se rompe insertando una consonante plosiva glotal sorda, [ʔ], que no existe como fonema en español; en otros se transforma en una vocal cerrada posterior redondeada, /u/.
El grafema P representa la consonante plosiva bilabial sorda, /p/. En muchos dialectos /p/ sufre lenición o asimilación frente a otra consonante y existe aun la posibilidad de su supresión, aunque esa realización se considera a veces poco culta. En posición inicial es normalmente muda en los cultismos de origen griego, como pneuma o psicología; de hecho, la Ortografía de 1741 la eliminó de los grupos PT y PS, conservados hasta entonces con intención etimológica. Sin embargo, y en contra de la pronunciación más extendida, se han restituido a la grafía, admitiéndose ambas alternativas; la Ortografía de 1999 recomienda el uso de las formas con P.
El grafema Q aparece en español únicamente en la secuencia QU, con el valor de la consonante plosiva velar sorda, /k/, y sólo ante E e I. Se utiliza como sustituto de la C frente a estas letras, debido a la pronunciación variable de aquella. Hasta finales del siglo XVIII se utilizó con criterio etimológico para las palabras que la emplearan en latín, como quando o quasi; de ellas se conserva algún cultismo, como quórum, pero ha desaparecido en la mayoría.
Algún vocablo de origen extranjero, en particular semita, la adopta para transcribir la consonante plosiva uvular sorda, /q/, representada en árabe como ﻕ; sin embargo, la Academia desaconseja por foráneas estas grafías, como Iraq o burqa, prefiriendo el uso de la igualmente extranjera K para dar Irak o burka.
El grafema R tiene en español dos valores netamente distintos. Entre vocales, y en algunas otras posiciones, representa la vibrante simple alveolar, /ɾ/; a comienzo de palabra y siguiendo a una consonante nasal, a la consonante vibrante alveolar, /r/. En muchos dialectos, en posición final cobra también este último valor.
Las reglas para determinar el valor exacto no son simples y combinan criterios sistemáticos y etimológicos. La pronunciación /r/ corresponde sistemáticamente a R en posición inicial (rama, Roque) o postnasal (Enrique, inri) o a RR en cualquier posición (perro, guitarra); por razones etimológicas, se emplea la grafía R también siguiendo a un prefijo de origen latino, como en alrededor o subrayar. En estos casos, existe una pronunciación alternativa con /ɾ/, relativamente infrecuente.
El dígrafo RH se conservó con valor etimológico para vocablos de origen griego hasta el siglo XVIII, pero se abandonó al tiempo que PH. El Abecé de Mayans le daba a este el valor de una vibrante aspirada [rʰ], pero la mayoría de las fuentes no recogen esta pronunciación en ninguna etapa del español.
El grafema S representa arquetípicamente la consonante fricativa alveolar sorda, /s/, aunque existen dos realizaciones distintas para ella; en la mayor parte de los dialectos americanos es lamino-alveolar o dental ([s]), mientras que en España es normalmente apico-alveolar ([s̺]), un sonido desconocido en el resto de las lenguas europeas y que hablantes de otros dialectos suelen confundir con [ʃ].
En casi toda América Central, la mayor parte de Sudamérica y la mitad Sur de España, la S en posición final de sílaba se elide o pronuncia de manera aspirada como una consonante fricativa glotal sorda /h/; esta pronunciación se considera en algunas zonas poco culta o descuidada y las formas acrolectales destacan las sibilantes, pero es habitual en el habla cotidiana. En Andalucía Oriental y Murcia la elisión de la S se compensa abriendo (relajando) la vocal nuclear de la sílaba.
Debido al seseo, en la mayor parte de América el dígrafo SC delante de E o I representa simplemente una /s/.
El dígrafo SH existe en algunos préstamos, como flash, o regionalismos como cafishio. La pronunciación consagrada por la Academia es /ʧ/, aunque esta es rarísima fuera de España y cada vez más en ella; normalmente se realiza como [ʃ], con una variante [s̺] en España para la posición final.
El grafema T representa la consonante plosiva alveolar sorda, [t]; su realización es a veces dental, [t̪].
El dígrafo TH, utilizado para representar la [tʰ] heredada de la theta griega, se abandonó en el siglo XVIII y hoy sobrevive sólo en poquísimos cultismos.
El grafema U representa la vocal cerrada posterior redondeada, /u/; tiene un alófono aproximante labiovelar [w] ante otras vocales. Es muda después de Q, con alguna excepción como quórum, y después de G y antes de E o I; se emplea la diéresis si se desea hacerla sonora frente a G. Además, es la vocal menos usada de todas.
El grafema V tiene dos o tres realizaciones alófonas, según el dialecto. En posición inicial de palabra, corresponde siempre a la plosiva bilabial sonora, [b]; en posición medial, la plosión no se produce —los labios no llegan a tocarse— y la articulación se corresponde en realidad con una fricativa, [β]. En muchos dialectos, especialmente en América, la articulación puede ser más amplia, una aproximante, [β̞].
El grafema B tiene (en la inmensa mayoría de los dialectos) exactamente el mismo valor fonético que éste. En áreas de Sudamérica donde el castellano convive con el guaraní, por influencia de éste (donde la pronunciación labiodental es predominante) se observa cierto resurgir de la pronunciación separada. Se conserva generalmente la distinción puramente por razones etimológicas. Se utiliza siempre V después de N.
El grafema W es raro en español, y se emplea sólo en un puñado de préstamos y nombres extranjeros. Según el origen del término, la pronunciación utilizada es [b] —como en wolframio— o [w], como en whisky.
La mayor parte de los vocablos con W cuentan también con formas hispanizadas; así, la Academia admite volframio y güisqui.
El grafema X representa normalmente la secuencia consonántica [ks]; ante consonante, la mayoría de dialectos tienden a suprimir la plosión y reducirla a [s] o aspiración, aunque en diversos países de lengua española esta pronunciación se considera con frecuencia inculta.
Hasta mediados del siglo XIX se usó con el valor de [x] (sonido de la “j” del castellano actual estándar), remedando la χ griega; la conveniencia de esta práctica fue causa de arduos debates entre los gramáticos anteriores, y la Academia la conservó hasta 1815. Desaconsejada a partir de esa fecha, se conservó sin embargo en unos pocos términos —box, carcax—, hasta su desaparición en 1844. Hoy se utiliza sólo en topónimos y antropónimos de origen náhuatl, como México u Oaxaca, alternando con una grafía con J considerada equivalente.
El seseo hace que el grupo XC tenga valores diferentes en América, Canarias y parte de Andalucía, donde es [ks] en lenguaje formal, y el norte de España, donde es casi siempre [sθ]. También existen las pronunciaciones [s] y [θ].
En ciertos préstamos de origen portugués, gallego o catalán, así como en la toponimia y las voces de origen mesoamericano, la equis tiene valor de [ʃ].
El grafema Y tiene valor de consonante entre vocales y semivocálico en otras posiciones.
La realización del primero varía según los dialectos. En buena parte de América y España se emplea la consonante fricativa palatal sonora ([ʝ]), mientras que en rioplatense se desplaza a posición postalveolar ([ʒ]) y en ocasiones se ensordece en [ʃ]. Tiene alófonos: la africado palatal, [ɟ͠ʝ], o la postalveolar, [ʤ], tras consonante nasal o en posición inicial.
En posición final tiene el valor de una consonante aproximante palatal [j] y en la conjunción y puede sonar del mismo modo o como la vocal [i]. Se fijó su uso de manera sistemática en 1815; en la ortografía preacadémica se utilizaba libremente como sustituto de I. Varios dobletes toponímicos y antroponímicos restan de este uso, como Ybarra/Ibarra.
El grafema Z tiene el mismo valor que la C suave en el dialecto correspondiente, es decir, la consonante fricativa dental sorda, [θ], en el norte y centro de España y la consonante fricativa alveolar sorda, [s], en el resto de los dialectos.
Uso de la b y de la v
Algunas orientaciones para su buen uso
I – Se escriben con b:
1. Las palabras que en su idioma de origen (latín, árabe,etc.) tienen b o p. Pueden agruparse aquí bien, bueno, bondad, bendecir, benemérito, beato, biblia, biblioteca y todas las relacionadas etimológicamente con ellas, igual que las formadas con el prefijo bi-, equivalente a dos, como bigamia, bipolar. Por su etimología se escriben con b por ejemplo: cabeza, obispo, lobo, e infinidad de palabras que el uso nos señalará, aunque desconozcamos su procedencia.
2. Las palabras derivadas o compuestas de otras castellanas que lleven esa letra, según la regla general de que las derivadas se escriben como las primitivas y compuestas, como las simples. Esta regla tiene sus excepciones impuestas por la pronunciación o simplemente por el uso autorizado. Ejs. : bailarín, derivada de baile, y barbirrubio, compuesta de barba y rubio. Por tener b la palabra riba, se escriben con b ribera, ribazo, Ribadeo, Ribadesella, etc. Existe la voz rivera, que lleva v..
3. Las que comienzan con las sílabas bu-, bur- y bus-, como bufanda, burla, busto; y las que empiezan con sub-, como subasta y subalterno..
4. Las terminadas en -bundo, -bunda y -bilidad, como tremebundo, moribunda y amabilidad. Se exceptúan movilidad y sus compuestos y civilidad..
5. Todos los tiempos de los verbos deber, beber y sorber y sus compuestos..
6. Todos los tiempos de los verbos cuyos infinitivos terminen en -aber, como haber, saber y caber; en -bir, como escribir, recibir, y en -buir, como distribuir. Las únicas excepciones son precaver, hervir, servir y vivir, y sus compuestos (convivir, sobrevivir, etc.).
7. Las desinencias o terminaciones -ba, -bas, -bamos, -bais y -ban de los pretéritos imperfectos de indicativo correspondientes a los verbos de la primera conjugación, como lloraba, estudiabas, danzábamos, mirabais, fumaban..
8. El pretérito imperfecto de indicativo de ir: iba, ibas, etc..
9. La letra final de toda palabra que acaba con el sonido b, como Jacob, baobab..
10. Las sílabas bra, bre, bri, bro,bru, bla, ble, bli, blo, blu y cualquier otro caso en que el sonido b preceda a otra consonante. Ejs.: bloque, desbrozar, obnubilar, obstrucción.
I – Se escriben con v:
1. Las palabras cuya procedencia o etimología así lo requiera, como convivencia, valenciano, párvulo. Pueden agruparse aquí las palabras compuestas formadas con el prefijo vice- (que indica que la persona puede hacer las veces de otra), como vicealmirante, vicepresidente; los nombres de lugares geográficos que empiezan con villa-, villar-, vila-, como Villafranca, Villalba, Villarcayo, Vilaboa, y los también compuestos con valle-, vall- o val-, como Vallehermoso, Valparaíso, Valladolid. .
2. Las que empiezan con las sílabas ad, cla, di, pri, seguidas de este sonido, como adversidad, clavel, diversión, privilegio, etc. Se exceptúan dibujo y sus derivados. .
3. Las voces terminadas en -viro, -vira y en -ívoro, ívora, como triunviro, Elvira, carnívoro, omnívora. Se exceptúa víbora.
4. Los adjetivos terminados en
-ava -ave -avo
-eva -eve -evo
-iva -ivo
como
dozava suave octavo
nueva nieve longevo
diva superlativo
Se exceptúan árabe y sus compuestos y sílaba y sus compuestos.
5. Los tiempos de los verbos cuyos infinitivos no llevan b ni v. Ejs.: voy, ve, vais, vayamos, etc., del verbo ir; anduve, anduviste, del verbo andar; estuve, estuviste, del estar; tuve, tuvieron, del tener, etc. Se exceptúan siempre, como ya sabemos, las desinencias, -ba, -bas, -bamos, -bais y ban, de los pretéritos imperfectos de indicativo. .
6. Los verbos precaver, hervir, servir y vivir y sus respectivos compuestos, desvivir, convivir, sobrevivir, etc. y los terminados en servar, como conservar.