- Preparamos la pechuga de pollo cortándola en trozos gruesos. Luego la freímos en una sartén con un poco de aceite de oliva hasta que tenga un poco de color.
- Cuando la carne esté hecha, la retiramos de la sartén y la dejamos para que se temple un poco. Para acabar la picamos con un cuchillo en trozos muy pequeños.
- Pasamos a la cebolla, la pelamos y picamos finamente para echarla en la sartén con la mantequilla fundida.
- Una vez la cebolla esté tierna, añadimos a la sartén el pollo troceado, un poco de sal, la nuez moscada y la pimienta negra molida. Mezclamos y cocinamos un par de minutos.
- A continuación, echamos a la sartén la harina y mezclamos. Cocinamos durante 5 minutos para que la harina se cueza.
- Después de 5 minutos, vamos añadiendo la leche poco a poco a la sartén mientras vamos removiendo para que la harina la absorba. Al final, cuando hayamos incorporado toda la leche, cocinamos la masa hasta que espese.
- Cuando la masa esté lista, la apartamos del fuego y la ponemos dentro de un recipiente amplio de cristal para que se enfríe. Luego la metemos a la nevera y la dejamos reposar hasta el día siguiente.
- Al día siguiente, sacamos la masa de la nevera y procedemos a formar las croquetas. Para ello, ponemos en un plato un poco de pan rallado. En otro plato, batimos el huevo.
- Ponemos a calentar aceite vegetal en una sartén.
- Con la ayuda de una cuchara, cogemos pequeñas cantidades de masa y formamos las croquetas, presionando con la mano la masa contra la cuchara
- A medida que las formamos, las pasamos por el huevo y luego por el pan rallado.
- Una vez que el aceite está caliente, freímos las croquetas. Las cocinamos unos minutos por ambos lados hasta que su superficie adquiera un bonito tono dorado.
- Una vez listas, retiramos las croquetas de la sartén y las ponemos en un plato cubierto con papel absorbente.
¡Y ya podemos comerlas!
¡Buen provecho!