Este refrán marinero se refiere a las personas que dicen las cosas sin pensar, que hablan de la manera exagerada y desconcentrada.
La metáfora consiste en el peligro a abrir la boca, es decir, tanto el pez, que abre la boca cuando ve el anzuelo al que se engancha, como la persona, que abre la boca para hablar demasiado y así se pone ridícula, son víctimas de su propia estupidez.