La expresión “costar un ojo de la cara” la solemos utilizar cuando realizar algo cuesta mucho trabajo y sacrificio, o cuando algo es extremadamente caro. El origen es más literal de lo que podemos pensar, ya que al creador de la expresión es verdad que le costó un ojo de la cara.
Nuestro protagonista es el conquistador Diego de Almagro, que en el Siglo XVI se dedicó a realizar expediciones de exploración. De hecho, durante una expedición realizada entre finales de 1524 y principios de 1525 fue atacado brutalmente y herido por la flecha de un indígena en un ojo, quedándose tuerto.
Al cabo del tiempo, Diego de Almagro se entrevistó con el monarca Carlos I explicándole: “El negocio de defender los intereses de la Corona me ha costado un ojo de la cara”.
Debido a los riesgos que vivió Almagro, esta frase pronto se usaría para hacer mención de lo dificultoso que podrían resultar ciertas acciones, evolucionando con el tiempo y dándole el significado que actualmente tiene.