A burro muerto, cebada al rabo!!!
Este refrán es para los que quieren remediar algo que ya no tiene remedio…
Ningún animal es peor tratado y está tan mal considerado, también en el lenguaje, como el burro y sus sinónimos más usados: borrico, jumento, asno, pollino. Juan Ramón Jiménez ha reparado en gran parte el agravio diario que hacemos a este cuadrúpedo que en realidad es noble, paciente, sufrido, laborioso y filosófico. En «Platero y yo», nuestro poeta de Moguer (Huelva) elevó a este fiel y sumiso amigo del hombre al altar de la poesía. Pero el burro se sigue manteniendo en casi todos los idiomas como paradigma de la ignorancia, la estulticia y la tozudez, aplicándosele cualidades negativas que en realidad son sólo propias del ser humano.
Un (-a) burro (-a) es para un español alguien con muy poco entendimiento, con escasas luces, de menguado intelecto. También significa una persona terca, obcecada, testaruda o cabezota.
En el aspecto de la presunta necedad e insensatez del asno incide la expresión hacer el burro [asno], que significa hacer tonterías o disparates, cometer dislates. En el mismo sentido empleamos la expresión hacer burradas.
Ser un burro puede significar que alguien es un ignorante total. «Es un burro, no sabe ni leer». Pero también puede emplearse en el sentido de ser obstinado, terco, tozudo y también poco sensible, animal. «Es un burro, nunca da su brazo a torcer». Las personas tercas no se apean nunca de su[del] burro. «Apéate del burro» decimos a alguien que es muy terco, que no quiere avenirse a razones, pero también se aplica a quienes son soberbios y creen estar sobre un pedestal de renombre y poder.
No hay peor ignorancia que la necedad. Esta idea la expresa la locución un burro cargado de letras, que se dice de quien habiendo leído mucho y poseyendo conocimientos se comporta como un necio, carece de discernimiento e ingenio.
Con burro existe en castellano también el dicho una vez puesto en el burro, buen palo, que quiere decir que cuando alguien emprende por fin una acción, lo mejor es llevarla a cabo con decisión.
En fin, muy acorde con la filosofía española del placer por el presente y de lo pasajero de las cosas terrenas, heredada de los árabes, pero que también hallamos en Séneca, está la expresión a burro muerto, la cebada al rabo, que nos sugiere que disfrutemos de esta vida, aquí y ahora, porque después de haber abandonado este mundo de nada sirven las riquezas ni los honores. En contra de lo que pudiese parecer a primera vista, la expresión es menos epicúrea que estoica, más fatalista que optimista. Nos aconseja que no esperemos nada de la posteridad después de muertos. Los elogios, la fama, la gloria son como la cebada que colocamos junto al rabo de un burro muerto. No sirven para nada.